Los mitos han acompañado a la humanidad desde siempre. Algunos son inofensivos, otros influyen en nuestras decisiones de salud, alimentación o estilo de vida. La ciencia, sin embargo, ofrece evidencia clara que permite separar la realidad de las creencias populares.
Mito 1: “Usamos solo el 10% de nuestro cerebro”
Probablemente sea uno de los mitos más famosos. La idea de que el ser humano aprovecha apenas un 10% de su capacidad cerebral suena atractiva porque sugiere un enorme potencial oculto. Sin embargo, la neurociencia ha demostrado que utilizamos prácticamente todas las regiones del cerebro en distintas actividades, incluso cuando descansamos o dormimos.
Las técnicas de neuroimagen como la resonancia magnética funcional muestran actividad en múltiples zonas cerebrales según la tarea. Ningún estudio serio respalda la afirmación del “10%”. Es, en resumen, una falsa creencia sin base científica.
Mito 2: “El azúcar provoca hiperactividad en los niños”
Es común escuchar que los niños “se alteran” tras comer dulces, pero la ciencia no encuentra relación directa entre el consumo de azúcar y la hiperactividad. Diversos estudios, incluidos los publicados en la revista JAMA, han mostrado que el comportamiento infantil no cambia significativamente tras ingerir azúcar.
Lo que sí sucede es un efecto placebo en los padres: si creen que el azúcar genera hiperactividad, tienden a percibir a sus hijos como más inquietos. El problema real no es la hiperactividad, sino los efectos del exceso de azúcar sobre la salud a largo plazo: obesidad, diabetes y caries.
Mito 3: “Las vacunas causan autismo”
Este es un mito peligroso, originado en un estudio publicado en 1998 que fue posteriormente retractado por fraude científico. Desde entonces, numerosos trabajos han analizado la relación entre vacunas y autismo, encontrando cero evidencia de vínculo causal.
Organismos como la OMS, los CDC y la Comunidad Médica Internacional han reiterado que las vacunas son seguras y salvan millones de vidas cada año. El mito persiste, en gran parte, debido a la difusión de desinformación en redes sociales.
Mito 4: “El ser humano tiene solo cinco sentidos”
Aprendimos en la escuela que contamos con cinco sentidos: vista, oído, gusto, olfato y tacto. Pero la ciencia reconoce muchos más. Entre ellos destacan:
- Propiocepción: la capacidad de percibir la posición del cuerpo en el espacio.
- Nocicepción: el sentido del dolor.
- Termocepción: la percepción de la temperatura.
- Equilibrio (sistema vestibular): fundamental para caminar y movernos sin caer.
En realidad, los científicos estiman que tenemos más de 15 sentidos. Limitarse a cinco es una simplificación cultural, no un hecho científico.
Mito 5: “Beber ocho vasos de agua al día es obligatorio”
La recomendación de ocho vasos de agua diarios no tiene respaldo científico sólido. Las necesidades de hidratación varían según la persona, la dieta, el clima y el nivel de actividad física.
Gran parte del agua proviene de los alimentos (frutas, verduras, sopas). La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria y el Instituto de Medicina de EE. UU. coinciden en que no existe una cifra única válida para todos. La señal más confiable es la sed y el color de la orina: clara indica buena hidratación.
Mito 6: “El cabello y las uñas siguen creciendo después de la muerte”
Este mito se debe a una ilusión. Tras la muerte, la piel se deshidrata y se retrae, lo que genera la impresión de que uñas y cabello se alargan. En realidad, no hay crecimiento porque las células responsables dejan de funcionar.
La explicación científica desmonta una idea repetida en libros, películas y conversaciones cotidianas.
Mito 7: “Las espinacas son ricas en hierro”
Este mito nació de un error de transcripción en el siglo XIX, cuando se atribuyó a las espinacas diez veces más hierro del que realmente contienen. Aunque las espinacas aportan nutrientes valiosos como vitaminas y antioxidantes, no son una fuente extraordinaria de hierro.
El hierro vegetal además se absorbe peor que el de origen animal, salvo que se acompañe con vitamina C. Por lo tanto, aunque saludables, las espinacas no son la “fuente milagrosa de hierro” que se les adjudicó.
Mito 8: “La muralla china es visible desde el espacio”
Este mito, repetido en libros y programas de televisión, es falso. La NASA ha aclarado que la Gran Muralla no es visible a simple vista desde el espacio exterior sin ayuda de telescopios o lentes de aumento.
Lo que sí es visible son ciudades iluminadas, grandes aeropuertos o fenómenos atmosféricos. La muralla, en cambio, tiene un color que se mimetiza con el paisaje circundante.
Mito 9: “Los rayos nunca caen dos veces en el mismo lugar”
La evidencia contradice esta idea. Los rayos tienden a caer en los mismos puntos elevados de manera repetida. El Empire State Building en Nueva York, por ejemplo, recibe descargas eléctricas unas 20 veces al año.
Por tanto, este mito es incorrecto y puede ser peligroso, pues da una falsa sensación de seguridad.
La importancia de contrastar la información
Los mitos persisten porque se transmiten de generación en generación y apelan a la imaginación. Sin embargo, confiar en creencias sin respaldo científico puede afectar la salud, la educación y la toma de decisiones.
Antes de aceptar una afirmación como cierta, conviene acudir a fuentes científicas y verificadas. La ciencia no solo desmiente mitos, también nos brinda herramientas para comprender mejor el mundo.
En definitiva, la curiosidad crítica es nuestra mejor defensa contra la desinformación.




